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sábado, 8 de enero de 2011

En tiempos difíciles


En tiempos difíciles.


Cuando ves un letrero ´Se vende´ sobre una finca, sabes de qué va a morir. En Llibres Fiol ya pende la espada de Damocles


LOURDES DURÁN Pues bien, lo que yo quiero son realidades. No les enseñéis a estos muchachos y muchachas otra cosa que realidades. En la vida sólo son necesarias las realidades. Charles Dickens empezó así su novela Tiempos difíciles. Pese al paso de siglos, cuántas veces no habremos escuchado en boca de ´gentes de bien´ alertarnos de algo, cualquier cosa, en nombre de la sacrosanta realidad. Pues bien, la realidad es que hace unas semanas se cerró la librería Sagitari, es decir, la peluquería Picornell, abierta en 1928 por Miquel Picornell, y ampliada a librería especializada en poesía desde 1994 por su sobrino Xavier Abraham. En el contestador escuchas, casi atónita, que "hemos cesado en nuestra actividad comercial por jubilación del propietario". Aquellos asiduos a la más huérfana de las letras, la poesía, están de duelo, aunque su propietario se ha ganado a pulso el merecido descanso. Cincuenta años ha dejado, primero en la peluquería, y después conjugando, para sorpresa de muchos, su negocio con el de librería especializada en poesía. Hasta donde sé, es el único caso de combinar tintes, rulos y permanente con W.H. Auden, Rilke, Vinyoli y tantos otros. Un raro en una ciudad muy rara como Palma. 


Cuando ves un letrero Se vende, y en los tiempos que corren es más que frecuente, ya sabes de qué va a morir el edificio. Ya le han colgado el letrero de defunción. A partir de ahí, una torre de piezas que van tras él en la caída. En la calle Olmos, donde está el establecimiento Llibres Fiol, ya le han colgado el rótulo. Una promoción de pisos, locales y aparcamientos, de renta alta, lleva anunciándose desde hace dos meses. 



Pedrona Torrens sigue encaramada al altillo desde donde guía a sus clientes –porque es librera– sobre ejemplares, muchos de ellos de lance, y sobre todo, a los viajeros que buscan un título descatalogado sobre Mallorca. Ella continuó el negocio que fundara su suegro Miquel Fiol hasta que en 2005 se hizo cargo Pedrona. 

No oculta cierta preocupación frente a la espada de Damocles, aunque sigue adelante pese a la crisis, la merma de ventas y los reducidos beneficios que le quedan de un negocio tan poco lucrativo como son las librerías. Se alerta, asimismo, al conocer el cierre de Sagitari.

Llibres Fiol huele a papel, a libro, no a esos ambientadores que uniformizan la mercancía y que nada más atravesar el umbral te tiran para atrás. En Sagitari no importaba oler a suavizante, porque cuando te perdías entre raros ejemplares de poesía te olvidabas de eso que llaman realidad. Como Dickens, que supo bien la hiel de tiempos difíciles como tantos otros. Sólo que aquellos miserables sabían cómo se llamaba el patrón que les mataba de hambre. Nos matan siglas.